Santo Domingo es una ciudad sin mapa, en coche y blackberry a dos manos. Nos mueven por lugares donde la cerveza se sirve envuelta en una servilleta y adjetivos como popular o publico se pronuncian siempre en cursiva, nos abren las puertas de la casita de la playa que es una maravillosa mezcla de naturaleza virgen y buen gusto. No lo dice, pero se que a Alessandro le molesta un poco ver como la miseria pasa de largo al otro lado del cristal. Yo, la verdad, tengo la conciencia tan quemada que ya no me duele. Y por supuesto me tumbaria bajo un arbol centenario en una placita sin nombre del barrio colonial a oir historias de supervivencia imposible y a brindar con brebajes salfumanicos, pero me encanta que me conduzcan con la brisa de jason mraz mientras la piel me arde aun del sol que recien se fue.
queremos fotos, queremos fotos!
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