Es un sentimiento de cotidianidad desbocada, muy setembril. Los domingos recuperan su razon de ser y a veces -es apenas un segundo- me recuerdan que continuo siendo el mismo energumeno de siempre, solo que ahora la furia se ha hecho vieja y no se mueve. Las acelgas con patata, una mochila que preparar antes de ir a dormir. Un collar olvidado en la mesita de noche. Todo un engranaje de cosas sencillas al que soy incapaz de volver, como un dolor antiguo que oliera a colada recien tendida.
No me abraces, te pincharas: bajo el jersey solo hay raspa de pescado.
No me abraces, te pincharas: bajo el jersey solo hay raspa de pescado.
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