27 sept 2011

Landing

El aeropuerto de Hong Kong es como todos (demasiado grande), y el camino hasta el hotel una sucesión de escenas ya vividas: el tren, el metro, el mapa. Una calle fuera de lugar, este calor tan humedo. La recepción, el pasaporte, las llaves. Tras veintiséis horas en tierra de nadie vuelvo a tener una cama, por fin. Pero aún no. Primero desconectar el piloto automático, después saludar a Markus, el sueco, que llegó un dia antes y ahora perrea en la habitación de al lado. Buscar un lugar para cenar y el par de pintas que ahogaran al jetlag o al menos diluirán su responsabilidad cuando mañana la inevitable niebla. La noche. Y la ciudad, una ciudad, a fin de cuentas: gente, aceras, coches. Tan lejos es únicamente alguna alteracion del decorado y una incomunicación prevista y controlada. Al principio uno sólo ve lo que ya sabia. Luego pasaran los días, las semanas. En realidad, quien se atrevería a decir que conoce siquiera la calle donde creció.



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