1 may 2009

plácida

La catedral tiene un aire de gigante arrodillado desde quintana dos mortos; el tiempo es eterno, como en los cementerios. Yo a menudo me sentaba en el banco del convento y dibujaba los mosaicos de musgo y las muescas de la roca vieja (mentalmente, para no estropear la experiencia con la presion del resultado), y era feliz. Hay una puerta tapiada, otra que solo se abre para el jacobeo. Hay una escalera que conduce al reino de los vivos. Alfiles de piedra se recortan contra las nubes y son angeles que miran pasar. Desde las praterias, por las tardes, llega el agudo de un violin; cuando despuntaba el canon de pachelbel se me erizaba la piel. Hice muy pocos amigos en santiago, no se si alguno se acordara de mi. Pero de noche (a partir de cierta hora se apagan las luces que iluminan la catedral y el lugar deja de tener distancia de monumento) de noche, cuando la plaza esta vacia, el cielo es muy cercano y tiene estrellas. Un monton de estrellas. Si uno estira el brazo puede ponerselas en la palma de la mano.

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